ESE SENTIMIENTO DE CULPA
Como ya he mencionado en escritos anteriores, sobre todo en el de ¿HAY REGLAS PARA SER UN GRAN PADRE?, no hay un manual que funcione para todos los casos y por lo tanto, cada papá tendrá que ir desarrollando sus propias reglas que apliquen a cada hijos, porque como también comenté en ese artículo, ni siquiera las reglas que funcionan en el primer hijo(a) están garantizadas que funcionen en los demás.
Por eso, cuando como padres, decidimos estar más involucrados en la formación y educación de nuestros hijos, más presentes en las actividades diarias y eventos, nos encontramos con que, aunque es muy fácil criticar a otros padres por las decisiones que toman con respecto a sus hijos(as) es muy complicado el no cometer errores o tener dudas sobre las decisiones que nosotros tomamos y si bien no aplicará para todos los padres, si para una mayoría, no manejamos bien el sentimiento de culpa. Esto es que al tratar de guiar, podemos ser o pensar que somos demasiado estrictos y que esto nos dejará ante nuestro hijo(a) la imagen de ser los “malos”.
Porque aunque si hemos sido capaces de evolucionar a tener participación más activa en el acontecer diario de la vida de nuestros hijos(as), por historia seguimos asumiendo el papel de ser la autoridad y ahí es cuando se presenta la confusión, porque ser autoridad desde la distancia, no es lo mismo que serlo, siendo partícipe de la actividades.
Justamente, sobre este tema, me comentaba un lector del blog, de nombre Carlos, quien siente que la mamá de su hija es demasiado permisiva y que entonces él tiene que ejercer en solitario el tema de autoridad. El me comentaba que desde que nació su hija, platicaron entre ambos y acordaron que cuando hubiera necesidad de un regaño, platicarían después para ver si el regaño había sido proporcional a la falta cometida, pero que su, ahora, ex pareja, no aportaba nada al tema y el sentía que exageraba en los regaños, le afloraba el sentimiento de culpa y que luego era aún peor porque al poco tiempo su hija se acercaba a él, como si nada hubiera pasado y entonces se le hacía obvio pensar que su regaño había sido excesivo y que no lo merecía. Sin embargo, yo le comenté que si su hija, regresaba sin reclamos significaba dos cosas, la primera es que sin importar la fuerte del regaño, ella lo había asimilado y segundo, que su hija seguía viéndolo como su querido papá y no como alguien de quien se debe de esconder o alejar.
Durante la primera fase del desarrollo de nuestros hijos(as), cuando están en la etapa infantil, los padres buscamos darles desde ya, las herramientas y conductas que deben de tener en las etapas de adolescencia y juventud cayendo algunas veces en información o exigencias demasiado complejas para esa etapa, con la buena intención de prepararlos desde que son muy pequeños(as) y después es cuando analizamos si no fue demasiada información o demasiada exigencia y es cuando sobreviene ese sentimiento de culpa.
Pero como sabemos y estamos convencidos que el mundo que les tocará a nuestros hijos(as) cuando tengan que salir a enfrentarlo, es decir durante la adolescencia y sobre todo en su juventud será muy complicado, consideramos que si los preparamos desde antes, irán un paso delante de los demás niños(as) de su edad y estarán mejor preparados para salir adelante y triunfar en lo que se propongan.
Si a esto le sumamos que hoy, los niños(as) tienen acceso a muy temprana edad a mucha más información de la que nosotros teníamos a esa edad, por la tecnología, el internet e incluso dentro de las escuelas, por pláticas especiales, asumimos que son capaces de entender el énfasis que nosotros damos a ciertos temas pero que en realidad, para ellos(as) en esta etapa de su vida, no son relevantes.
Cuando los hijos llegan a la adolescencia y empiezan a cometer “travesuras” más complejas o audaces, por decirles de alguna manera, entonces el sentimiento de culpa en los padres se recrudece porque pensamos ahora que nos quedamos cortos en los regaños o en la orientación y entonces tenemos que ser más incisivos en las indicaciones para asegurarnos que tengan un futuro prometedor. Pero como en la adolescencia, el estado de ánimo de los hijos(as) es muy poco claro, por no decir que es indescifrable, pues acabando el regaño, aumenta ese sentimiento de saber si fuimos claros, si fuimos justos, en fin, si cumplimos la finalidad de ser guía que tenemos como padres o solo quedamos como tiranos.
Normalmente estaremos en esa línea delgada entre ser los responsables de guiar a nuestros hijos(as), ser demasiado blandos o ser catalogados como tiranos, pero tendremos que actuar como nuestro instinto y experiencia nos dicte y si recurrir a los consejos de terceros pero teniendo presente, que incluso el mejor consejo tenemos que adaptarlo a nuestra idea o mas aún a la realidad de la relación padre-hijo(a) que tengamos con cada uno de nuestros hijos(as)
Pero ese sentimiento de culpa, del cual hemos estado hablando se acrecienta después del rompimiento con la pareja, porque lo más común es que para el padre, el tiempo disponible para convivir con sus hijos, sea más limitado que para las madres. Generalmente cada padre tiene una idea de cómo debe educar y formar a sus hijos(as) que no necesariamente es igual al de la madre, durante la relación de pareja, se va negociando entre los padres, pero cuando viene la separación tratamos de que nuestra idea quede clara en nuestros hijos(as) y entonces sentimos que tenemos la obligación de ser más firmes y podemos caer en la exageración de los regaños o reclamos. Pero independiente si caemos o no en excesos de formación, el sentimiento de culpa nos obliga a ser más permisivos de lo que consideramos ideal, pero en aras de tener tiempo de calidad con nuestros hijos(as) en los pocos momentos que tenemos con ellos, no crea un conflicto difícil de solucionar.
En fin, no importa lo que hagamos, al seguir teniendo la carga histórica de la autoridad en el hogar, incluso ahora que es compartida con la madre, los padres vamos cargando el sentimiento de culpa y si bien en algunos casos, como dijo Maquiavelo “El fin justifica los medios” el temor a no ser una parte importante en la vida adulta de nuestros hijos, nos hace no poder despegarnos del sentimiento de culpa y la opción que nos queda es aprender a vivir con el y que no sea este sentimiento el que dicte nuestras acciones, sino el criterio y la experiencia que hemos desarrollado a lo largo de toda nuestra vida.
El mensaje sería que la disciplina siempre ayuda a desarrollarse y adaptarse mejor a las diferentes situaciones que nuestros hijos(as) enfrentarán a lo largo de su vida, pero también siempre hay manera de aplicar disciplina sin caer en excesos de autoritarismo. Normalmente los padres actuaremos con la mejor intención pero incluso teniendo eso como objetivo, cometeremos faltas como cualquier persona y más que acumular sentimiento de culpa, tenemos que actuar en consecuencia, si se exagera en la reprimenda o regaño, se puede pedir disculpas, explicar con más detalle por qué se llegó a ese grado y seguir adelante sin lamentaciones.
Agradezco a Carlos, por compartirme su experiencia y espero que más de ustedes lectores, me ayuden con temas a tratar o con anécdotas para compartir que poco a poco nos permitan ir creando la comunidad de padres, que comentaba en el artículo anterior.