DANDO A NUESTROS HIJOS(AS) UN “TRATO DE ADULTOS”
El tema de “trato de adultos” a nuestros hijos(as) está fundamentado en impulsar la confianza en ellos(as) para prepararlos verdaderamente para cuando tengan que empezar a tomar decisiones propias y saber enfrentarse a las diferentes situaciones que la vida les presente, y este lo había tocado ya en un par de escritos anteriores. En el artículo de SER Y DEJAR SER platicaba sobre la importancia de potenciar las características propias de cada hijo(a) sin tratar de imponer nuestra visión. En el artículo de LA MEJOR DEFENSA…EL AUTOESTIMA, explicaba lo fundamental que es fomentar en nuestros hijos(as) su autoestima, para que, independientemente de lo que los demás opinen, ellos(as) tengan la confianza en sí mismos, para tomar decisiones propias.
Sin embargo, ahora que estoy leyendo el libro de Michelle Obama, por recomendación de mi hija, en el capítulo que habla de su infancia, mi hija comentaba que encontraba similitudes con la educación que nosotros les dimos a ellos cuando eran chicos.
Y la verdad es que, efectivamente para mí fue muy importante que mis hijos tuvieran la suficiente confianza para enfrentarse a la vida, incluso si alguno de sus padres, por alguna razón, ya no estuviera presente en su vida. Por esta razón, siempre les dimos un “trato de adultos” y a lo que me refiero con esto, es que tenían opción de opinar en las diferentes decisiones y aunque al final, éramos los papás los que decidíamos, si nuestra decisión era diferente a lo sugerido por alguno de ellos, les explicábamos las razones por las cuales habíamos tomado esa decisión. Esto aplicaba en las opciones de comida, las opciones de viajes o vacaciones, los muebles para la casa y en fin, las decisiones propias del hogar.
Aunque para ser honesto este concepto de decir “trato de adultos” si lo saqué del libro de Michelle Obama, donde cuenta que su mamá les decía que no estaba “criando bebes, estaba criando adultos” porque yo simplemente pensaba que les daba un trato incluyente. Hay una anécdota en el libro en que cuenta que ya cuando estaban en edad de salir con amigos, su mamá, en lugar de decirles una hora determinada a la que debían de llegar, les decía “¿Cuál es una hora razonable para que regreses?” y confiaba en que la cumplieran. Esta es una práctica que yo usé mucho con mis dos hijos y el truco está en el uso de la palabra “razonable”. Porque ahí es donde medimos la respuesta de nuestro hijo(a) y la que nos permite ajustar la pretensión a algo que sea acorde con su edad.
Esto del “trato de adultos” suena muy bien y hasta muy razonable en la teoría, no sé lo que dirá la mamá de Michelle Obama, pero es un arma de doble filo, porque se corre el riesgo de que los hijos(as) asuman que están en igualdad de circunstancias con sus padres y aunque todos los padres quisiéramos ser los mejores amigos de nuestros hijos, esa no es nuestra función. Tenemos que ser los guías de su camino hacia la edad adulta y llegando a ella, una referencia accesible para enfrentar las situaciones que la vida se presente.
Entonces, cuando los hijos se sienten en esa “igualdad de adultos” pueden llegar a ser imprudentes (más de lo que ya son los adolescentes) y hasta irrespetuosos. Sin embargo, en el “trato de adultos” no queda implícito que cada adulto hará lo que quiera, lo único implícito es que todos “los adultos” recibirán la confianza de exponer sus posturas y negociar condiciones y acatar las decisiones que se tomen sin que nadie sienta que sus puntos de vistas no son considerados.
Pero incluso en esos momentos de tensión que pueden provocarse por actitudes imprudentes o irrespetuosas de los hijos(as), si como padres lo aprovechamos para enseñarles a negociar y comprometerse en situaciones que pueden ser no tan relevantes, cuando tengan que tomar decisiones importantes, ya será natural para ellos, el saber que las cosas no suceden porque ellos(as) quieran, sino que para obtener lo que quieren deben negociar, convencer, tomarse el tiempo de explicar los detalles y finalmente comprometerse y solo así, las “cosas o resultados esperados” podrán conseguirse.
Esta parte de la confianza entre padre-hijo(a) debe incluir el atreverse y permitir hablar de temas muy tratados durante la adolescencia como las relaciones de pareja, las drogas y el sexo. Durante esta etapa de la vida, todas las personas, obviamente incluidos nosotros y nuestros hijos(as) tenemos dudas e inquietudes y es mucho más fácil comentarlo a nuestro nivel (padre con otros adultos, hijo(a) con amigos de la edad) que comentarlo con nuestro padre o pero aún con la familia completa.
Sin embargo las dudas e inquietudes no son las que nos deberían de preocupar y menos ahora que gracias al avance de la tecnología y la capacidad, prácticamente innata, que tienen los niños(as) y adolescentes de hoy en día de manejar el internet para consultarlas. De lo que debemos estar muy pendientes es de las “certidumbres” que creen tener porque en esos casos ya no hay investigación de por medio y ahí es donde se pueden cometer los mayores errores.
Ahora bien, si logramos ir generando la confianza en el “trato de adultos” con nuestros hijos(as) desde que son pequeños cuando lleguen a la adolescencia, es cuando rentabilzaremos esa confianza para poder ser receptores de preguntas, participantes de análisis, cómplices de investigaciones, pero sobre todo participantes activos en las “decisiones más importantes” que toman nuestros hijos(as) en esa edad. Y de esta manera, podremos estar ahí para ellos, apoyándolos, impulsándolos y hasta sufriendo con ellos.
Y claro que habrá temas que cada hijo(a) prefiera tratar con su mamá que con su papá o viceversa, pero si entre ambos padres, establecen un “equipo de trabajo” y entre ellos se participan de los temas que se pueden compartir, los hijos tendrán un verdadero apoyo, que fomentará su confianza a enfrentar lo que venga. Incluso si los padres se separan, independientemente de la razón que motive la separación, el “equipo de trabajo” en la educación y formación de los hijos se debe de mantener para simplificar el impacto que la separación provoque en los hijos.
Cada hijo(a) se tiene que enfrentar a un mundo diferente al que se enfrentaron sus padres, por esta razón, aún toda nuestra experiencia puede no ser válida o suficiente para preparar a nuestros hijos(as), por eso resulta tan importante, el conocer el “mundo” de nuestros hijos(as) para adecuar nuestra experiencia a las situaciones actuales y entonces sí, tener las herramientas necesarias para prepararlos para la vida que les tocará vivir a ellos(as).
Como conclusión podríamos decir que la confianza de los hijos(as) a los padres es fundamental para que la formación y educación de cada uno(a) sea acorde a si mismo(a) y al mundo que enfrentará.