CONFLICTOS ENTRE LA EDUCACIÓN DEL HOGAR Y LA ESCOLAR
En el momento en que en las familias se dejen de tener los roles tan rígidos y ambos padres participan en la formación de los hijos y la autoridad se reparte entre ambos, ya no es tan claro que la autoridad se concentre en una sola figura y sea esta la única responsable en la toma de decisiones. Con esto se logra que los hijos(as) entiendan que el respeto no es solo por decreto sino que se debe ganar primero y fomentar después y que el cuestionar la autoridad no es prohibido, sino que, dentro de los límites establecidos, no solo es recomendable sino también importante para el desarrollo de sus vidas.
Esto obviamente crea también un cambio en la actitud de los hijos en la escuela. Si bien es cierto, que durante la primaria y gran parte de la secundaria, esta “nueva posibilidad” no se ejerce en todo su esplendor, cuando llegan a la preparatoria, empieza a presentarse un choque contra el sistema educativo, basado en que al profesor se le respeta y no se le contradice, incluso cuando este le falte el respeto a los alumnos o se equivoque, porque es la figura de autoridad.
Como lo he comentado en algunos escritos anteriores, mi familia no es una familia tradicional, incluso en el artículo titulado SER Y DEJAR SER, hablo del involucramiento que fomenté en mis hijos en ser parte de evaluación para la toma de decisiones, con lo cual, la acción de cuestionar nunca se consideró una falta de respeto sino más bien una participación en la toma de las decisiones a manera de ser parte de esa decisión.
Sin embargo, al transferir esto al sistema que tienen la mayoría de las escuelas, pues la interpretación que en ellas se da, es que el alumno es rebelde y que no respeta la autoridad del profesor, por lo que tienden a encasillar a los niños(as) que cuestionan las indicaciones como conflictivos, sin importar si en la parte académica sean buenos o malos estudiantes.
Ya he comentado también que en mi caso, yo decidí ser el más involucrado en la selección de las escuelas donde estudiarían mis hijos e hice una verdadera investigación antes de decidir cada una de los colegios a los que asistieron, pero aún a pesar de mi análisis, la realidad es que sin importar el sistema educativo que la escuela ofrezca, hay una consigna común y que es que la autoridad la ejerce el profesor por decreto y no se puede cuestionar, pero para mí, el hacer aclaraciones o comentarios sobre las decisiones tomadas, no es atacar la autoridad, es involucrarse en la decisión y eso se debe fomentar y no condenar.
Para mí el liderazgo se construye cuestionando, porque al cuestionar se aclaran las dudas que se tienen y se logra una visión más amplia del tema sobre el cual se está debatiendo y con esto, se logra que las personas, primero entiendan el valor de la experiencia tanto empírica como estudiada, pero que también estén preparados para que cuando estén en una posición de poder, valoren a sus subalternos y no crean que solo por ser el jefe se está en lo correcto.
Al principio, comentaba que en la primaria estos cuestionamientos a los lineamientos del profesor o de la escuela, en el caso de mis hijos, no ocasionó grandes dificultades, si bien, si tuve que ir a algunas juntas con profesores, coordinadores o incluso dirección para apoyar el hecho de que si mi hija (fueron más los casos de ella que de mi hijo) había cuestionado una orden o decisión del maestro, era más por entender el porqué de ella y no el hecho de oponerse a seguirla. Sin embargo, en más de una ocasión me respondían con la frase típica de no podemos hacer excepciones porque “si lo hacemos con una lo tenemos que hacer con todos” y la verdad es que esta frase si me causaba un gran conflicto, porque primero no es cierto, no lo tienen que hacer con todos, lo tendrían solo con lo que cuestionan y segundo si muchos cuestionan es porque lo expuesto no está claro. En esas reuniones siempre están presentes, el alumno, el profesor y uno o los dos padres y yo apoyé a mis hijos siempre que tuvieran razón. También es cierto que en alguna ocasión, en la que el profesor o la escuela tenían la razón, lo acepté y se lo hizo ver a mis hijos. Desde mi perspectiva lo que yo estaba construyendo en mis hijos, es el dejar de hacer las cosas simplemente porque lo dice alguien, sino que las cosas se hacen de determinada manera, porque el, al menos, la mejor opción en ese momento.
Sin embargo, al llegar a la preparatoria, los asuntos escolares, empiezan a ser más responsabilidad del hijo(a) que de los padres y mi mensaje en ese sentido era muy claro, lo tratas de resolver tú y si se complica en demasía, me avisas y entonces si intervengo yo, pero mientras menos intervenga yo, significa que tu estas tomando el control de tu vida y eso te permitirá, aun desde esta etapa ir forjando la forma de ser que tendrás el resto de tu vida. Es decir, el mensaje era tienes la capacidad para resolverlo, pero si te falta la experiencia, entonces recurres a quien si la tenga. Esto les generaba una seguridad en sí mismos a pesar de ser estereotipados y a veces hasta atacados por ser “rebeldes” y no saber acatar la autoridad.
Yo estaba encantado con la opción de evaluación a los profesores y la posterior capacitación para hacerlos mejores en la función de enseñar, porque para nuestros hijos, cada vez será más complicado, entre la sobre oferta de talento y la reducción de opciones por el avance de la tecnología el conseguir trabajo y la formación que reciben los hijos(as) en la escuela es complementaria y necesaria para tener bien claro lo que la vida les presentará como retos en el futuro.
Por eso, es un error que en las escuelas etiquetan de manera despectiva a los “lidercillos” siendo que está en una característica importantísima en la vida adulta y profesional de los alumnos. A través de estos cuestionamientos a las órdenes o las políticas preestablecidas se logran las circunstancias necesarias para ajustar o en su caso cambiar políticas que no porque lleven muchos años de haberse establecido y estén en funcionamiento significa que no se puedan mejorar.
Aterrizando este “conflicto” por aceptar las cosas como son, simplemente porque así han sido en el caso de mis hijos, sobre todo en mi hija, le ocasionó muchas negociaciones durante su estancia en la preparatoria, incluso en alguna ocasión le dijeron que ella era un “líder negativo como Hitler” porque como ella era la primera que cuestionaba y si tiene aptitudes de liderazgo, pues se le unían varios o todos sus compañeros(as) en el reclamo o aclaración y los profesores la reportaban. Pero gracias a que ella sabía que en casa contaba con nuestro apoyo, pues se atrevía y al día de hoy, que ya está en la etapa profesional de su vida, entiende que la autoridad no solo se obtiene con el nombramiento, también se debe ganar sin importar la posición que tenga.
Para mí es fundamental que nuestros hijos entiendan que si bien hay que respetar la autoridad, no se debe de someter una opinión que sea diferente a la propia, por el simple hecho de que así se ha hecho siempre. En un mundo tan globalizado y complejo como el actual, el ser proactivo al cambio no solo es una virtud, sino una necesidad fundamental para un desarrollo personal y profesional que genere más satisfacciones que frustraciones.
Por eso, es tan importante que en las juntas de padres de familia de las escuelas, desde las etapas tempranas de la vida de nuestros hijos(as) participemos efectivamente y no únicamente asistamos para pasar lista. Con esta participación activa tanto en las juntas generales como en las individuales y una adecuada comunicación con nuestros hijos(as) les estaremos desarrollando una autoestima elevada y dando herramientas para afrontar los diferentes retos que la vida les ponga enfrente.